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Boca púrpura

La agonía del espacio público

Actualizado: 16 mar

Buscando un lugar donde sentarse a estudiar…

Miércoles 12 de marzo 2025


Hoy es el segundo día que vengo a la biblioteca Gómez Morín buscando una suerte de refugio donde pueda estar y realizar mis actividades laborales e intelectuales. Básicamente un lugar tranquilo, con baño público, donde  haya asiento y una mesa. 

Encontrar un lugar con esas condiciones en la urbe, no es cosa sencilla. A pesar de que existen bastantes “lugares públicos”, muchos de ellos no tienen baños ni asientos, mucho menos mesas con asientos. Y si los tienen, están reservados para actividades que ya representan en sí una actividad económica y que además requieren de cierto papeleo para justificar su uso. Son lugares de paso o a los que puedes entrar para una actividad determinada. Es decir, una persona cualquiera como yo, —quizá seamos minoría los que deseamos algo así o tal vez quienes aún lo buscamos—, una persona cualquiera como yo no puede encontrar fácilmente un lugar público dónde permanecer dos o tres horas con comodidad,  tranquilidad y la posibilidad de ir al baño. 


Antes de venir a la Gómez Morín, fui a la casa de la cultura Josefa Vergara que está sobre Pasteur, más cerca de la escuela de mi hija. Como contexto agrego aquí que mi rutina necesariamente requiere de un espacio donde yo pueda permanecer dos horas y media o tres, mientras ella toma sus clases y donde pueda yo aprovechar para hacer mi trabajo, puesto que laboro de manera independiente. En la casa de cultura no hay aulas donde puedas sentarte libremente, tampoco hay biblioteca pública. En los parques o,  mejor dicho, en las áreas semi verdes, no suele haber baños, ni sombra, ni mesas. Así que eso dejó como última opción realmente asequible el espacio público de la Gómez Morín. ¿Por qué requiero de un espacio público? Porque no tengo el dinero para invertir diariamente en algún restaurante o café, puesto que soy clase trabajadora de mediano o bajo ingreso, dependiendo de la fluctuación de trabajo que pueda tener. 


Ayer grabé para el videoblog que estoy realizando unas notas donde hablaba de cómo me sentí casi discriminada al entrar aquí, bueno, pues hoy  definitivamente me hicieron sentir, —bueno, por poco; no lograron imponerse en mi imaginario— que no me merecía el acceso al espacio cuando traté de pasar al jardín en el que estuve ayer y un guardia me dijo: 


—Ahí no hay acceso. 


Le pregunté por qué y no pudo decirme nada más que:


—Ahí viene mi jefe. 


Le hice la misma pregunta al jefe y me dijo, no sin antes extrañarse porque le haya preguntado un porqué en vez de solo irme:


—Porque ahí solo se puede “accesar” con niños, porque adultos en pareja y adultos solos no, porque se pueden llevar a los niños. 


A pesar de que esto tiene múltiples réplicas, en ese momento solo atiné a decir: 


—Pero ahora no hay ningún niño, y este es el único espacio público en el que yo podría estar para estudiar. 


Después le expliqué un poco de mi situación y el hecho de que estoy buscando establecer una rutina para los días en que lleve a mi hija a la escuela. Traté con toda el alma de ser diplomática y no enojarme por lo opresivo del asunto, así que le hablé con respeto y comprensión de su puesto como jefe de vigilancia. Él solamente escuchó y me acercó a la puerta; abrió, se asomó al patio y me dijo que podía sentarme aquí, en el mismo lugar en el que decidí sentarme ayer. No sin antes preguntarme cuánto tiempo estaría. Le dije que pensaba estar unas dos horas, en lo que tomaba mi café y después pasar a la biblioteca. Que esperaba establecer esa rutina, anunciando que no sería el único día que me verían por aquí. 


Me dijo que podía sentarme acá, en las mesas de ajedrez. Ahora que lo pienso, ¿por qué dicen que no hay acceso a dos adultos solos si algunos podrían desear jugar ajedrez? Es una criminalización de la población en general, que efectúan de manera burocrática para ahorrarse el verdadero trabajo de cuidado y vigilancia que deberíamos gozar todos en estos espacios públicos. Es decir, prefieren corrernos de aquí para no tener que cuidarnos. Lo cual termina siendo responsabilidad, no de los trabajadores de seguridad, sino de las personas que mandan a esos trabajadores. ¿Quién administra la Gómez Morín?


Hoy por cuenta propia he hablado de cuán difícil ha sido para mí, una mujer que tiene facha de escl*va por su tono de piel pero usa ropas de gente medio decente, a la que no saben bien si discriminar o no discriminar del todo. Pero también soy una persona que responde con el uso de la razón, a fin de cuentas; que se topa de frente con la sinrazón cuando trata de ejercer su libertad más básica y hace que otros se topen con su propia sinrazón cuando tratan de efectuar políticas de exclusión social y de control hostil de los espacios públicos. 


¿Qué podemos hacer ante esto las personas que requerimos de estos espacios y que amamos los lugares tranquilos donde poder estudiar?


¿Qué puede hacer cualquiera que quiera permanecer en el espacio público durante dos o tres horas con la posibilidad de ir al baño sin tener que pagar? ¿Por qué pareciera que no tenemos derecho a eso? Estrictamente hablando, ya hemos pagado por ello y lo seguimos pagando diariamente. 


Ya va a ser mucho pedir que haya internet gratuito para trabajar… sueño, pero nada me impide soñar. 

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